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viernes, 17 de junio de 2011

¿Quién es el demonio hoy?

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Pablo VI y el demonio

«¿Cómo se ha podido llegar a esta situación?». Ésta es la pregunta que se hacía el Papa Pablo VI, algunos años después de la clausura del Concilio Vaticano II, a la vista de los acontecimientos que sacudían a la Iglesia. «Se creía que, después del Concilio, el sol habría brillado sobre la historia de la Iglesia. Pero en lugar del sol, han aparecido las nubes, la tempestad, las tinieblas, la incertidumbre»

Para decirlo brevemente, Pablo VI tenía la sensación de que «el humo de Satanás ha entrado por alguna fisura en el templo de Dios». Así se expresaba Pablo VI sobre la crisis de la Iglesia el 29 de junio de 1972, noveno aniversario de su coronación. Algunos periódicos se mostraron sorprendidos por la declaración del Papa sobre la presencia de Satanás en la Iglesia. Otros periódicos se escandalizaron. ¿No estaba Pablo VI exhumando creencias medievales que se creían olvidadas para siempre?

Una de las grandes necesidades de la Iglesia contemporánea

Sin arredrarse ante estas críticas Pablo VI volvió sobre este tema candente cinco meses más tarde. Y lejos de contentarse con reafirmar la verdad sobre Satanás y su actividad, el Papa consagró una entera catequesis a la presencia activa de Satanás en la Iglesia (cfr Audiencia general, 15 de noviembre de 1972).

Desde el inicio, Pablo VI subrayó la dimensión universal del tema: «¿Cuáles son hoy afirma las necesidades más importantes de la Iglesia?». La respuesta del Papa es clara: «Una de las necesidades más grandes de la Iglesia es la de defenderse de ese mal al que llamamos el demonio».

Después, refiriéndose a algunas publicaciones recientes (en una de las cuales un profesor de exégesis invitaba a los cristianos a «liquidar al diablo»), Pablo VI afirmaba que «se separan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que se niegan a reconocer la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; y también los que lo explican como una pseudorealidad, una invención del espíritu para personificar las causas desconocidas de nuestros males».

«Nosotros sabemos prosiguió Pablo VI- que este ser oscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la humanidad.»

Pablo VI se esforzó en señalar los indicios reveladores de la presencia activa del demonio en el mundo. Volveremos sobre este diagnóstico.

Lagunas en la teología y en la catequesis

El cardenal J. L. Suenens, antiguo arzobispo de BruxellesMalines, escribió al final de su libro Renouveau et Puissances des ténébres: «Acabando estas páginas, confieso que yo mismo me siento interpelado, ya que me doy cuenta de que a lo largo de mi ministerio pastoral no he subrayado bastante la realidad de las Potencias del mal que actúan en nuestro mundo contemporáneo y la necesidad del combate espiritual que se impone entre nosotros» (p. 113).

En otras palabras, existe una laguna en la enseñanza de la teología, en la catequesis y en la predicación. Y esta laguna solicita ser colmada. Estamos ante «una de las necesidades más grandes» de la Iglesia en el momento presente.

¿Quién lo habría previsto? La catequesis de Pablo VI sobre la existencia a influencia del demonio produjo un resentimiento inesperado por parte de la prensa. Una vez más, se acusó a la Cabeza de la Iglesia de retornar a creencias ya superadas por la ciencia. ¡El diablo está muerto y enterrado!

Raramente los periódicos se habían levantado con una vehemencia tan ácida contra el Soberano Pontífice. ¿Cómo explicar la violencia de estas reacciones?

Que periódicos hostiles a la fe cristiana ironicen sobre una enseñanza del Papa no suscita ninguna extrañeza. Es coherente con sus posiciones. Pero que al mismo tiempo se dejen llevar de la cólera, esto es lo que sorprende...

¿Cómo no presentir bajo estas reacciones la cólera del Maligno? En efecto, Satanás necesita el anonimato para poder actuar de manera eficaz. ¿Cuál no será su irritación, por tanto, cuando ve al Papa denunciar urbi et orbi sus artimañas en la Iglesia? Es la cólera del enemigo que se siente desenmascarado y que exhala su despecho a través de estos secuaces inconscientes.

El enemigo desenmascarado

Habría que retomar el capítulo de la demonología: esta consigna de Pablo VI tuvo una especie de precedente en la historia del papado contemporáneo. Era un día de diciembre de 1884 o de enero de 1885, en el Vaticano, en la capilla privada de León XIIII. Después de haber celebrado la misa, el Papa, según su costumbre, asistió a una segunda misa. Hacia el final, se le vio levantar la cabeza de repente y mirar fijamente hacia el altar, encima del tabernáculo. El rostro del Papa palideció y sus rasgos se tensaron.

Acabada la misa, León XIII se levantó y, todavía bajo los efectos de una intensa emoción, se dirigió hacia su estudio. Un prelado de los que le rodeaban le preguntó: «Santo Padre, ¿Se siente fatigado? ¿Necesita algo?». «No, respondió León XIII, no necesito nada... »

El Papa se encerró en su estudio. Media hora más tarde, hizo llamar al secretario de la Congregación de Ritos. Le dio una hoja, y le pidió que la hiciera imprimir y la enviara a los obispos de todo el mundo. ¿Cuál era el contenido de esta hoja? Era una oración al arcángel San Miguel, compuesta por el mismo León XIII. Una oración que los sacerdotes recitarían después de cada misa rezada, al pie del altar, después del Salve Regina ya prescrito por Pío IX:

Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lucha, sé nuestro amparo contra la adversidad y las asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los otros malos espíritus que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.

León XIII confió más tarde a uno de sus secretarios, Mons. Rinaldo Angeh, que durante la misa había visto una nube de demonios que se lanzaban contra la Ciudad Eterna para atacarla. De ahí su decisión de movilizar a San Miguel Arcángel y a las milicias del cielo para defender a la Iglesia contra Satanás y sus ejércitos, y más especialmente para la solución de lo que se llamaba «la Cuestión romana».

La oración a San Miguel fue suprimida en la reciente reforma litúrgica. Algunos piensan que, siendo tan adecuada para conservar entre los fieles y los sacerdotes la fe en la presencia activa de los ángeles buenos y de los malvados, podría ser reintroducida, o bien en la Liturgia de las Horas, o bien en la oración de los fieles en la misa. Como afirmaba Juan Pablo II el 24 de mayo de 1987, en el santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargan: «el demonio sigue vivo y activo en el mundo». Las hostilidades no han cesado, los ejércitos de Satanás no han sido desmovilizados. Por lo tanto la oración continúa siendo necesaria.

El 20 de abril de 1884, poco tiempo antes de esta visión del mundo diabólico, León XIII había publicado una encíclica sobre la francmasonería que se inicia con consideraciones de envergadura cósmica. «Desde que, por la envidia del demonio, el género humano se separó miserablemente de Dios, a quien debía su llamada a la existencia y los dones sobrenaturales, los hombres se ha dividido en dos campos opuestos que no cesan de combatir: uno por la verdad y la virtud, el otro por aquello que es contrario a la virtud y a la verdad. »

Juan Pablo II ha hecho suya la consigna de su predecesor. En su enseñanza ha ido incluso más allá de Pablo VI. Mientras que éste no dedicó más que una catequesis del miércoles al problema del demonio, Juan Pablo II ha tratado este tema a lo largo de seis audiencias generales sucesivas. Y hay que añadir a esta enseñanza una peregrinación al santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargan, el 24 de mayo de 1987, y un discurso sobre el demonio pronunciado el 4 de septiembre de 1988, con motivo de su viaje a Turín.

Las instituciones, instrumento de Satanás

En otras ocasiones, Juan Pablo II ha puesto en guardia a los fieles contra las insidias del diablo, como por ejemplo en su encuentro con 30.000 jóvenes en las islas Madeira (mayo de 1991) donde citó un pasaje significativo de su mensaje de 1985 para El año internacional de la juventud: «La táctica que Satanás ha aplicado, y que continúa aplicando, consiste en no revelarse, para que el mal que ha difundido desde los orígenes se desarrolle por la acción del hombre mismo, por los sistemas y las relaciones entre los hombres, entre las clases y entre las naciones, para que el mal se transforme cada vez más en un pecado 'estructural' y se pueda identificar cada vez menos como un pecado `personal'». Satanás actúa, pero actúa sobre todo en la sombra, para pasar desapercibido. Satanás actúa a través de los hombres y también a través de las instituciones.

¿Es posible imaginar el papel de Satanás en la preparación, lejana y cercana de las leyes que autorizan el aborto y la eutanasia? En un estudio actual sobre Satanás, Dom Alois Mager o.s.b., antiguo decano de la facultad de teología de Salzburgo, afirma que el mundo satánico se caracteriza por dos rasgos: la mentira y el asesinato. «La mentira aniquila la vida espiritual; el asesinato, la vida corporal... Aniquilar siempre, ésta es la táctica de las fuerzas satánicas». Ahora bien, Dios es Aquel que es y que da sin cesar la vida, el movimiento y la existencia (cfr Hch 17, 28).

creciente de dos Papas contemporáneos sobre Satanás y sus maquinaciones ¿no es altamente significativa? ¿No nos invita a una profundización en nuestra postura sobre el papel de Satanás en la historia, la historia grande de los pueblos y de la Iglesia y la historia pequeña de cada hombre en particular?

Un terreno minado

Sé muy bien que escribiendo estas páginas me aventuro en un terreno minado, rodeado de misterio. Primero por la materia tratada. Después por el escepticismo existente sobre el tema. Pocos cristianos parecen creer verdaderamente en la existencia personal de los demonios. Muchos parecen incluso rechazar esta verdad, no porque sea incierta, sino porque se nos dice «hoy en día la gente no la admitiría».

Otros, también irreverentes con la Revelación, compartirían con gusto la posición de este viejo señor que, al final de una agitada mesa redonda sobre la existencia del diablo, sugería que la cuestión fuese decidida... por un referéndum: «La mayoría decidirá si los demonios existen o no». ¡Como si la verdad dependiese del número de opiniones y no de su consistencia!

Algunos años antes de la intervención de Pablo VI, el cardenal Gabriel Marie Garrone denunciaba la conspiración del silencio sobre la existencia de los demonios: «Hoy en día apenas si se osa hablar. Reina sobre este tema una especie de conspiración del silencio. Y cuando este silencio se rompe es por personas que se hacen los entendidos o que plantean, con una temeridad sorprendente, la cuestión de la existencia del demonio. Ahora bien, la Iglesia posee sobre este punto una certeza que no se puede rechazar sin temeridad y que reposa sobre una enseñanza constante que tiene su fuente en el Evangelio y más allá. La existencia, la naturaleza, la acción del demonio constituyen un dominio profundamente misterioso en el que la única actitud sabia consistirá en aceptar las afirmaciones de la fe, sin pretender saber más de lo que la Revelación ha considerado bueno decirnos».

Y el cardenal concluye: «Negar la existencia y la acción del 'Maligno' equivale a ofrecerle un inicio de poder sobre nosotros. Es mejor, en esto como en el resto, pensar humildemente como la Iglesia, que colocarse, por una pretenciosa superioridad, fuera de la influencia benefactora de su verdad y de su ayuda».

Una decena de años más tarde, una vigorosa profesión de fe del obispo de Estrasburgo, Mons. Léon Arthur Elchinger, se hará eco de las consideraciones del cardenal GabrielMarie Garrone. Pondrá, como se suele decir, los punto sobre las «íes», desafiando de esta manera a cierta intelligentia.

«Creer en Lucifer, en el Maligno, en Satanás, en la acción entre nosotros del Espíritu del mal, del Demonio, del Príncipe de los demonios, significa pasar ante los ojos de muchos por ingenuo, simple, supersticioso. Pues bien, yo creo. Creo en su existencia, en su influencia, en su inteligencia sutil, en su capacidad suprema de disimulo, en su habilidad para introducirse por todas partes, en su capacidad consumada de llegar a hacer creer que no existe.

Sí, creo en su presencia entre nosotros, en su éxito, incluso dentro de grupos que se reúnen para luchar contra la autodestrucción de la sociedad y de la Iglesia. Él consigue que se ocupen en actividades completamente secundarias a incluso infantiles, en lamentaciones inútiles, en discusiones estériles, y durante este tiempo puede continuar su juego sin miedo a ser molestado» Y el prelado expone sus razones de orden sobrenatural primero y después de orden natural.

«Sí, creo en Lucifer y esto no es una prueba de estrechez de espíritu o de pesimismo. Creo porque los libros inspirados del Antiguo y del Nuevo Testamento nos hablan del combate que entabla contra aquellos a los que Dios ha prometido la herencia de su Reino. Creo porque, con un poco de imparcialidad y una mirada que no se cierre a la luz de lo Alto, se adivina, se constata cómo este combate continúa bajo nuestros ojos. Ciertamente, no se trata de materializar a Lucifer, de quedarnos en las representaciones de una piedad popular. Lucifer, el Príncipe del mal, actúa en el espíritu y en el corazón del hombre.

Finalmente, creo en Lucifer porque creo en Jesucristo que nos pone en guardia contra él y nos pide combatirlo con todas nuestras fuerzas si no queremos ser engañados sobre el sentido de la vida y del amor».

martes, 14 de junio de 2011

Hijas de la Divina Providencia

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Las Hijas de la Divina Providencia, somos un Instituto religioso de Derecho Diocesano con sede en Abancay- Perú, que como rama viva, brota del carisma del Obispo Ketteler y la Madre María de la Roche, fundadores de las Hermanas de la Divina Providencia en Maiz, Alemania. Fieles al carisma de los fundadores intentamos seguir ese espiritu de servicio y amor, teniendo un corazón comprensivo y misericordioso con todos los que nos rodean , en todo sitio dando Amor...

El Papa interpela a toda la Iglesia a tener en cuenta que la fe “no debe ser presupuesta sino propuesta”

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ForumLibertas.com

El Papa Benedicto XVI ha interpelado al conjunto de la Iglesia a fortalecer las propias convicciones católicas para luego hacer llegar a Cristo a los demás. El pontífice afirmó que “la fe no debe ser presupuesta sino propuesta” en referencia a todas las organizaciones cristianas, que no deben, según sugiere el Papa, perder su verdadero y primigenio sentido evangelizador.

Delante de las parroquias de Roma el obispo de la capital italiana ha subrayado al participar en el congreso eclesial de la diócesis de Roma que la cercanía a los que se han alejado de la fe de la Iglesia se ha convertido en algo “más urgente que nunca”.

En este sentido, Benedicto XVI ha precisado que el desafío que ahora se plantea a la Iglesia, en particular en los países de antiguas raíces cristianas, consiste en mostrar la belleza del cristianismo a quienes hoy lo consideran más bien como un obstáculo para alcanzar la felicidad, considera el Papa.

La “propuesta” integral cristiana

El Santo Padre presentó como propuesta las palabras que en una ocasión le había escrito personalmente Hans Urs von Balthasar (1905-1988), uno de los más grandes teólogos del siglo XX, quien decía: “La fe no debe ser presupuesta sino propuesta”.

“De por sí, la fe no se conserva en el mundo, no se transmite automáticamente al corazón del hombre, sino que debe ser siempre anunciada. El anuncio de la fe, a su vez, para que sea eficaz debe comenzar por un corazón que cree, que espera, que ama, un corazón que adora a Cristo y cree en la fuerza del Espíritu Santo”, ha indicado.

De esta forma Benedicto XVI ha interpelado a toda la Iglesia a transmitir el mensaje católico desde el convencimiento primero. Cabe recordar la omisión tremenda que cometen numerosas organizaciones cristianas que prescinden de la propuesta de la fe y se sitúan al margen de lo que afirma el Papa. Además, en muchos de esos casos se trata de organismos diocesanos.

En este sentido, no puede haber una fundación, por ejemplo, dedicada a la organización de actividades juveniles de tiempo libre que bajo la excusa de acoger a todos los perfiles de jóvenes y dar servicio al mayor abanico de perfiles eliminan la propuesta de la fe. El Papa recuerda también que organismos de solidaridad y caritativos no pueden borrar la propuesta de la fe con la excusa de que así llegan mejor a la sociedad.

Esta afirmación del Papa es una interpelación dura a estas realidades que se dan en esta parte de la Iglesia, una de las más importantes y que está en contacto con la sociedad. Detrás de esta omisión hay un implícito -consciente o inconsciente- de relativismo religioso: es evidente que no se adoptaría esta actitud si se creyera que lo más importante en la difusión de la fe cristiana es la salvación del alma y que la salvación del alma pasa -no exclusivamente pero si de una manera definitiva y fundamental- por el seguimiento de Jesucristo y su conocimiento.

Si esta naturaleza intrínseca al catolicismo no está en las raíces de algunas organizaciones es porque piensan que hay otras vías para la salvación y que todas son muy parecidas. Sin embargo, y Benedicto XVI ha querido aclararlo, lo fundamental de estas organizaciones no debería ser lo que se está entregando materialmente sino la propuesta de vida cristiana que lleva a la salvación.

El Santo Padre ha constatado, además, que “los hombres se olvidan de Dios también porque con frecuencia se reduce la persona de Jesús a un hombre sabio y se debilita o incluso se niega la divinidad”.

“Esta manera de pensar impide comprender la novedad radical del cristianismo, pues si Jesús no es el Hijo único del Padre, entonces tampoco Dios ha venido a visitar la historia del hombre. Por el contrario, ¡la encarnación forma parte del corazón mismo del Evangelio!”, ha afirmado.

¿Quién es el Espíritu Santo?

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Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.


El Espíritu Santo, el don de Dios

"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).

Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es decir para entrar en contacto con Cisto es necesario haber sido atraído por el Espíritu Santo.

Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.


Vida de fe. El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Sin embargo, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.El Paráclito. Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel que es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.Espíritu de la Verdad: Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.

Símbolos

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:


→ Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.→ Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.→ Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.→ Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.→ Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.→ La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".→ La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.

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